
Concentración plaza de Bolivar Bogotá.
Este 15 de junio, Colombia fue testigo de una de las movilizaciones ciudadanas más significativas de los últimos tiempos: la “Marcha del Silencio”. Convocada tras el atentado contra Miguel Uribe Turbay, la manifestación congregó a miles de personas en distintas ciudades del país, que alzaron su voz —desde el silencio— en defensa de la vida, la democracia y la dignidad nacional.
Desde Bogotá hasta Medellín, pasando por Cali, Barranquilla, Pereira, Bucaramanga y muchas otras localidades, la ciudadanía se unió de manera pacífica y contundente. Con velas, banderas blancas y mensajes de esperanza, los asistentes ocuparon las principales plazas públicas y avenidas, en un acto de resistencia simbólica y colectiva frente a la violencia que aún golpea a Colombia.
Impacto y respuesta ciudadana
El eco de la marcha fue profundo. Más allá de una simple movilización, la jornada se transformó en un espacio de reflexión nacional. Diversos sectores —políticos, empresariales, sociales, estudiantiles y religiosos— confluyeron sin distinción de ideologías, demostrando que la defensa de la vida y el rechazo a la violencia es un propósito común.
La masiva participación evidenció el cansancio social frente a la inseguridad, pero también reafirmó la convicción de que el país desea caminos distintos, donde el respeto por el otro y el diálogo prevalezcan sobre la confrontación.
Los ciudadanos, con disciplina y amor por Colombia, enviaron un mensaje claro tanto a los actores armados como al Gobierno Nacional: urge detener las prácticas violentas y avanzar hacia soluciones reales y duraderas. “No más silencios impuestos por el miedo, hoy nuestro silencio es una forma de gritar dignidad”, expresaron varios asistentes.
Un llamado a la acción y al diálogo
Durante las concentraciones, líderes sociales y representantes de distintas organizaciones coincidieron en la necesidad de que el Estado agote todos los mecanismos posibles para garantizar justicia, proteger a los civiles y construir entornos seguros. Asimismo, pidieron a los grupos armados mostrar voluntad real de diálogo, cesar las hostilidades y contribuir a la reconciliación nacional.
La “Marcha del Silencio” no fue un hecho aislado, sino el reflejo de un país que no se resigna. Fue una demostración del poder transformador de la ciudadanía cuando se organiza y se une alrededor de causas comunes.
Colombia habló este 15 de junio. Y lo hizo con fuerza, con dignidad, y con un silencio que retumbó más que mil palabras.