
El Papa León XIV regresó en coche a Castel Gandolfo tras celebrar Misa esta mañana en la catedral de San Pancracio Mártir, en Albano Laziale. Ante los fieles reunidos frente al Palacio Apostólico, el Pontífice aseguró que es una necesidad poder “gozar de un poco de descanso” y lamentó que, en este contexto, la industria de las vacaciones quiera vender “todo tipo de experiencias”.
“La industria de las vacaciones quiere vendernos todo tipo de experiencias, pero quizá no lo que buscamos. En efecto, todo encuentro verdadero no se puede comprar, es gratuito: sea el que se tiene con Dios, como el que se tiene con los demás, o incluso con la naturaleza”, explicó.
De este modo, instó a “aprender más sobre el arte de la hospitalidad”. Y agregó: “Se necesita solamente hacerse huésped: hacer espacio y también pedirlo; acoger y dejarse acoger. Tenemos mucho que recibir y no sólo que dar”.
Al reflexionar sobre los pasajes de la hospitalidad de Abraham (Génesis 18,1-10) y del encuentro de Jesús con Marta y María (Lucas 10,38-42), invitó a los fieles a aprovechar el verano para cultivar una actitud más contemplativa, similar a la de María: “El tiempo de verano puede ayudarnos a ‘bajar el ritmo’ y a parecernos más a María que a Marta. A veces no nos permitimos los mejores momentos”.
El Papa subrayó la belleza del término “huésped”, que en italiano significa tanto el que acoge como el que es acogido, y propuso contemplar la reciprocidad de esta dinámica: “Podemos contemplar el juego de la acogida recíproca, fuera del cual nuestra vida se empobrece”, explicó.
León XIV también advirtió que “es necesaria la humildad tanto para acoger como para ser acogido. Requiere delicadeza, atención, apertura”.
Refiriéndose a la figura de Marta en el Evangelio, explicó: “Está tan concentrada en lo que tiene que hacer para acoger a Jesús, que corre el riesgo de arruinar un momento de encuentro inolvidable”.
Y añadió: “Dios la llama a algo aún más hermoso que la propia generosidad. La llama a salir de sí misma”.
Para concluir, el Papa dirigió una invocación a la Virgen María, ejemplo supremo de hospitalidad: “Oremos a María Santísima, la Madre hospitalaria, que acogió al Señor en su seno y junto con José le dio un hogar. En ella resplandece nuestra vocación, la vocación de la Iglesia de seguir siendo una casa abierta a todos”.