
La tensión volvió a apoderarse de Tuluá. La noche del miércoles 4 de junio, la Alcaldía municipal decretó toque de queda desde las 6:00 de la tarde hasta las 5:00 de la mañana del jueves, tras una serie de ataques violentos que generaron temor entre los habitantes.
La medida fue tomada como respuesta a la quema de al menos cuatro vehículos en diferentes puntos del municipio, actos atribuidos por las autoridades a la estructura criminal conocida como La Inmaculada. Según los reportes, los hechos habrían sido una represalia por el reciente traslado de Andrés Felipe Marín, más conocido como alias Pipe Tuluá, desde la cárcel La Picota, en Bogotá, hacia la estación de Policía Los Mártires, también en la capital.
Alias Pipe Tuluá es considerado uno de los principales cabecillas del crimen organizado en el Valle del Cauca. Actualmente, enfrenta un proceso de extradición hacia Estados Unidos, donde es solicitado por delitos relacionados con el narcotráfico. Su nombre figura en investigaciones que lo vinculan con redes de tráfico internacional de drogas y actos violentos en el suroccidente del país.
El traslado del presunto delincuente, así como la posibilidad de su entrega a la justicia estadounidense, habrían desatado esta nueva ola de violencia, que revive el miedo entre los tulueños y plantea un desafío urgente para las autoridades locales y nacionales.
“Rechazamos de manera categórica estos actos que pretenden intimidar a la comunidad. Tuluá no está sola: estamos trabajando con la fuerza pública para restablecer el orden y garantizar la seguridad de nuestros ciudadanos”, aseguró el alcalde John Fredy Asprilla, quien también hizo un llamado a la calma.
Mientras se mantienen los operativos de control y vigilancia, la comunidad pide que no se baje la guardia frente a estas estructuras que históricamente han sembrado el terror en la región.
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